Todos los niños se hacen los remolones alguna vez
cuando llega la hora de levantarse por la mañana y ponerse en marcha para ir al
colegio o a la guardería. Aunque se lo pasen bien en la escuela, en casa con
los papás se pueden sentir mucho mejor. Por ello, les puede costar
separarse del entorno familiar, mostrando conductas que reflejan la ansiedad
de la separación, que vuelve a aparecer tras cada periodo vacacional,
semana santa, verano o navidades...
La mayoría de las veces se trata de algo esporádico, sin
mayor importancia, pero en otras ocasiones el problema subyacente puede ser
otro.
Por ello, el problema
realmente no es si el niño debe ir o no al colegio, el problema es conocer las
causas de dicho rechazo, ver si se trata de un simple capricho, o si por el
contrario se trata de algo que el niño no puede o no sabe resolver. Como por
ejemplo:
- Temor a separarse de la familia: Niños muy apegados a la familia que les cuesta estar sin la presencia de la misma, creyendo que sin la compañía de sus padres puede sucederles algo malo.
- Temor a abandonar el hogar: Constantes tensiones en el hogar pueden generar que el niño sienta miedo que en su ausencia ocurra algo malo.
- Temor a decepcionar a los padres: los padres muy exigentes académicamente y un niño que no puede concentrarse con la presión que ejercen los padres.
- Temor al colegio: Miedo a un profesor que le exige mucho o a un compañero que lo molesta.
- Temor a mucha gente: algunos niños se sienten cohibidos e intimidados cuando se encuentran en un salón de clases con muchos alumnos.
Por ello, lo más importante es
averiguar qué es lo que molesta al niño, la raíz del problema que le provoca el
rechazo, para ello, es muy importante obtener información de los profesores, ya
que ellos ven lo que los padres no pueden ver y pueden ser un gran aliado para
solucionar el problema.
Cuando el problema se refiere a
algo pasajero o al miedo a la separación de los padres, y en la escuela no ocurre nada fuera de lo normal, la
conducta de los padres debe ser de firmeza pero de cariño. Es decir; no se
puede lograr que a un niño le entusiasme
el colegio, pero se le puede proporcionar seguridad, ayudarle a que
trabaje, mediante sus sentimientos y
guiarle hacia una posible solución. Por ello el niño debe seguir yendo al colegio, contando con gestos y comentarios
tranquilizadores de los padres, ya que si se permite la permanencia del niño en
casa, solo se conseguirá retrasar o aplazar la situación, que se irá haciendo
mayor cada día que pase. Para ello:
- Hacer que el niño aplique la rutina
matinal. Dirijan todos los esfuerzos a prepararse y salir.
- Ignoren comentarios negativos, y no
hacerlos tampoco.
- Elogiar y reforzar los comentarios y
acciones positivas.
- Si no hay otra solución, habrá que manejar
al niño como si fuera una marioneta por las mañanas hasta que esté en su clase.
De los padres, deberá hacerlo el que sea menos emotivo. Con una cara formal y
positiva guiará sus movimientos, le llevará hasta clase y una vez hecho esto,
se marchará rápidamente sin dar opción al niño a hacerle una rabieta.
- Se puede organizar una asistencia a
tiempo parcial, aumentando progresivamente las horas. Por ej. Que solo acuda
por la mañana y que coma en casa.
- Conseguir que el niño sepa que los papás
creéis que es estupendo que vaya al cole. Elogiad cada paso que le lleve a la
asistencia a clase: prepararse, ir y permanecer allí.
- Recompensad al niño con vuestra atención:
§ Cuando se
le va a buscar, hacerlo con una merienda especial o una salida.
§ Establecer
un sistema formal de recompensas. Punto por estar preparado para ir al colegio
y punto por su asistencia a clase
Ahora
bien, si el niño presenta considerable resistencia a ir a la escuela después de
probar estas pautas, es probable que necesite ayuda profesional para superar el
problema.
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