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martes, 18 de junio de 2013

Celos entre hermanos






Los celos son una emoción natural, propia del desarrollo normal del niño. Parten de  la necesidad de exclusividad, de protagonismo y de atención de los padres. Y en muchas ocasiones, somos los adultos quienes, sin buscarlo, contribuimos a alimentar una relación conflictiva y de rivalidad entre los hermanos.
No se pueden evitar , pero sí se pueden atenuar y ayudar a gestionar, para que no generen problemas más importantes en la etapa adulta.
Los celos se suelen manifestar de la siguiente manera:
  •  Produciéndose una regresión hacia comportamientos más infantiles, donde pueden darse conductas tales como, recuperar el chupete o el biberón, volver a hablar como un bebé, exigir que le den la comida o le lleven en la silla.
  •   Aparición o  aumento de rabietas y manifestación de comportamientos agresivos como mordiscos, empujones, peleas.
  • En ocasiones vuelve  a hacerse pis o a chuparse el dedo.
  • Búsqueda de la atención a través del desobedeciendo, molestando, incluso intentando dañar o fastidiar al hermanito.
  • El apetito y el sueño también pueden verse afectados, se vuelven más inapetentes, les cuesta conciliar el sueño o pueden aumentar las pesadillas y el miedo.
  • Están más sensibles, lloran con facilidad, pierden interés por el ocio, disminuye su rendimiento escolar...

Todas estas reacciones son normales si suceden de forma temporal y no alteran significativamente el funcionamiento familiar. Es importante no regañar e intentar comprender y apoyar al niño/a, buscando alternativas para manifestarle vuestro cariño y atención. Por ello algunas orientaciones pueden ser:
  •   Lo principal es PACIENCIA.
  • Evitar que el menor coja juguetes del mayor.
  • No les compararles en cualidades o comportamientos, valorar las diferencias y fomentarlas. Según las edades y características de los niños, tienen obligaciones, necesidades y recompensas diferentes.
  • Es bueno fomentar el juego conjunto, actividades de equipo, en familia, y reforzar por la interacción pacífica y amistosa.
  • Modelar la forma de resolución de conflictos, ayudar a buscar soluciones alternativas a la agresión o el enfrentamiento, es una manera de minimizar la rivalidad y los conflictos.
  • Hay que tener cuidado con las exigencias hacia el mayor. Presionarles o acelerar su desarrollo evolutivo, haciéndole asumir o desempeñar comportamientos responsables o excesivos para su edad (comer solo, beber en vaso, dormir en cama...), tras el nacimiento del bebé, puede no ayudar a un desarrollo emocional sano.
  • No caer en el error de pedirle que sea condescendiente y comprensivo siempre, con su hermano menor, “déjaselo que es pequeño” “no le hagas rabiar”, así como presionar y dirigir lo que debe sentir “hay que quererle mucho”, “dime, cuánto le quieres?”,  ya que esto fomenta tensiones y emociones negativas.
  • Por el contrario, es correcto escuchar y aceptar sus sentimientos negativos “es un pesado, un rollo, ojalá no hubiera nacido...”, lo que hay que hacer es hablarlo con tranquilidad con él, decirle que le entendemos, darle seguridad y ayudarle a manejar mejor sus emociones.
  • Tener presente que cada niño debe sentir que es especial para sus padres.
  • Explicarle por qué pasamos más tiempo con el hermanito recién nacido. Los bebés no saben hacer prácticamente nada y necesitan de personas que satisfagan sus necesidades. Podemos sentarnos con él a ver fotos o vídeos suyas de cuando era un bebé y hablar sobre ello.
  • Darle las gracias cuando nos ayude y decirle lo orgullosos que estamos de él por cuidar del pequeño, por avisarnos cuando llora, por acercarnos la ropita al vestirlo o el pañal al cambiarlo y por decirnos qué piensa él que le puede pasar al bebé cuando llora y nosotros no sabemos por qué. Hacerlo sentir importante.
  • Dedicarle tiempo: todos los días buscar un hueco para hacer con él lo que prefiera sin que esté el pequeño delante.

Conforme los niños van creciendo, los celos pueden seguir apareciendo tanto del mayor hacia el pequeño, como del pequeño hacia el mayor, por eso se debería tener en cuenta:

  • No compararlos, hay que evitar las referencias a lo bien que se porta el hermano o al seguir el ejemplo del otro. Incluso abstenerse de comentar delante de ellos el hecho de que uno aprenda más rápidamente que el otro o lo espabilado que es éste en comparación con el otro.
  • Nadie nace enseñado: el pequeño puede sentirse mal por no saber hacer cosas que su hermano sí sabe (y quizá el mayor aproveche para chinchar al pequeño por esto mismo), nadie nace enseñado y al mayor también le costó aprender todo aquello que ahora hace tan bien.
  • Cada uno su espacio: aunque tengan la misma habitación deberían sentir que tienen su propio espacio, tanto físico como social. Es bueno dedicarles algún tiempo por separado a cada uno de ellos.
  •   Lo mío es mío y lo suyo es suyo: el deseo de compartir las cosas debe nacer de uno mismo. Los niños pequeños suelen tocar todo lo de los mayores. Si el mayor no desea que su hermano toque según que cosas debemos respetar su decisión (y viceversa) el “déjale que tu hermano juegue con tus juguetes un rato” podemos sustituirlo por “tu hermano quiere jugar contigo o con alguna de tus cosas. ¿A qué crees que podríais jugar juntos o qué puedes dejarle para que juegue?”
  • En los cumpleaños, algunos padres intentan igualar a sus hijos en todo momento para evitar discriminaciones, sin embargo hay momentos en que la igualdad simplemente no es tal y no hay que provocarla. Si es el día en que uno de ellos cumple años, el otro no tiene por qué recibir regalos. Es importante que acepten que unas veces le toca a uno y otras veces le toca a otro.

Los celos irán desapareciendo con el tiempo si cada hijo, sigue viendo que tiene un lugar único en el afecto de sus padres, y que los hermanos lejos de ser una amenaza, un rival, llegan a ser compañeros, amigos, en quien apoyarse y con quién compartir. 
La clave, como siempre, está en fomentar en el niño una alta autoestima.


Miriam Cantos
Psicopedagoga