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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Los miedos infantiles


El MIEDO es una emoción primaria caracterizada por una intensa sensación, habitualmente desagradable, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
Estas sensaciones pueden cumplir una función de supervivencia en el niño, en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial (no acercarse a ciertos animales, no entrar en sitios oscuros, etc.). Es decir; el miedo supone un importante componente de valor adaptativo para el ser humano.

Ahora bien, cuando este miedo se convierte en desadaptativo (no obedece a ninguna causa real de peligro o se sobrevaloran las posibles consecuencias) el resultado es un enorme sufrimiento por parte del niño que lo padece y por sus padres. De este modo, el miedo, puede condicionar su funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas ir a dormir, ir a la escuela, estar sólo, etc.).
Por ello desde Papalia, os dejamos aquellas situaciones, que según las edades de nuestros hijos, entrarían dentro de lo normal del propio desarrollo.

Los bebés comienzan a manifestar el sentimiento de miedo a eso de los seis meses de vida, momento en el que empiezan a experimentar miedos a las alturas, a los extraños y otros. Estos tres tipos de miedo se consideran programados genéticamente y de un alto valor adaptativo. De hecho su presencia denota un cierto grado de madurez en el bebé.
A esta edad también surge la ansiedad de separación de la figura de apego, ansiedad que se ve muy reflejada cuando empiezan la guardería.

Los niños de 2 años, suelen tener miedo de los ruidos fuertes. Hay nuevas cosas de las que asustarse, cosas grandes como los trenes, cosas ruidosas como las aspiradoras o las sirenas. También hay cosas extrañas como animales, wáteres o las inclemencias del tiempo. Así, a medida que el niño va adquiriendo experiencia de su entorno empieza a perder los miedos, aunque también puede remplazarlos por otros nuevos.

A los 3 y 4 años, pueden tener miedo especialmente de los ruidos fuertes y de la oscuridad, así como de lo desconocido.





Los niños de 5 años son ya más mundanos, saben ya que son los coches de bomberos o los trenes, conocen los animales más comunes y saben que son los fantasmas. Pero pueden sentir aprensión en sitios oscuros y les preocupa caerse al suelo y hacerse daño. Todavía les da miedo que mamá se vaya y no vaya a volver.

A los 6 años, es una edad aterradora. El miedo a los ruidos puede volver. Y podríamos encabezar una lista con miedos a fantasmas y brujas, así como el miedo a perderse o a dormir solo. Puede asustarse a menudo de elementos como el viento o el fuego que son tan fuertes. Puede ser muy valiente respecto a heridas importantes, pero en cambio, asustarse al clavarse una astilla o por un rasguño. También puede tener el temor de que algo le ocurra a papá o mamá.

Con 7 años, el niño es ya un pensador y un intérprete. Las sombras pueden convertirse en monstruos, los sótanos pueden estar llenos de criaturas terroríficas, y temen que pueda ocurrir algo bajo su cama o que se produzca algo más tarde, por la noche. Así como también les puede preocupar los acontecimientos diarios como no ser aceptado, llegar tarde o que mamá no vuelva a casa a la hora que le había indicado.

A los 8 o 9 años, tienen pocos miedos y sus máximas preocupaciones pueden ser el fracaso personal o el miedo al ridículo. 

Con 10 años, pueden empezar a tener más confianza en sí mismos.


No obstante, es un error pensar que todos los miedos desaparecen a medida que aumenta la edad del niño.

NORMAS GENERALES PARA IMPEDIR TEMORES DESCONTROLADOS
  1. Determinar si el miedo es lógico por la edad.
  2. La intervención será necesaria si la aprensión del niño es tan intensa que le impide desenvolverse normalmente.
  3. No reaccionar con exceso a los temores del niño. Los miedos no deben ignorarse, pero tampoco hay que reaccionar excesivamente. La respuesta que se de, podrá ayudar a prevenir que el miedo crezca. Por ello, las críticas incrementaran la ansiedad, así como también lo harán frases como: “no seas niño”, “este perrito no puede hacerte daño”…estas conductas pueden llevar al niño a ocultar su alarma para complacer a sus padres. Por ello, cuanta más cólera se muestre delante del niño, más aterrado se va a sentir. Por esta razón hay que ayudar a que el niño desahogue sus miedos, dándole la importancia que tienen, no más.
  4. Tampoco es bueno ser demasiado compasivo o atento, es decir; no hay que cogerle o tranquilizarle cada vez que tenga miedo, ya que así el niño puede llegar a pensar que existe un peligro real.
  5. Ser un apoyo tranquilo, pero sin darle demasiada importancia, y con naturalidad hay que dar soporte al niño mientras se enfrenta a su miedo.
  6. Si tiene miedo de que haya un monstruo bajo su cama o en el armario, hay que asegurarle de que no hay ninguno, para ello, le animaremos a que él mismo lo compruebe, y luego se continua con la rutina del acostarse.
  7. Reforzar el comportamiento de superación del miedo. La clave para ayudar al niño a tener menos miedo, son los elogios y recompensas por el comportamiento de superación de los temores.
  8. No hay que sujetar demasiado al niño, ni tampoco empujarle excesivamente. Lo que si que hay que hacer, es hacer comentarios positivos acerca de lo bien que maneja la situación, seguidos de una rápida caricia y de una sonrisa. Es más probable que así el niño lo vuelva a intentar en otra ocasión.

PARA SUPERAR MIEDOS Y FOBIAS

Cuando el miedo del niño dura mucho más tiempo del esperado o es tan intenso que altera su vida, se debe intentar reducir para que no se convierta en una fobia auténtica. 

  • Concretar el miedo
  • Enseñar al niño a valorar su miedo. Para niños mayores, se puede utilizar una escala de 0 a 10, con 10 como puntuación máxima. Para niños más pequeños, que no pueden utilizar los números con la misma facilidad, serán de ayuda las señales manuales. Se puede hacer que el niño practique moviendo sus manos hacia lo lejos para indicar mucho miedo, o juntas y hacia él para indicar que casi no tiene miedo.
  • Confeccionar una lista de miedos.Se puede comenzar a dividir el miedo en fracciones más manejables, de tal manera que en la parte superior de la lista se identifiquen los miedos menos aterradores, comprobando las causas de ansiedad más importantes. Por ejemplo, para el miedo a los perros, la actividad menos temible sería simplemente la de que mirara ilustraciones de cachorros, una más inquietante sería examinar fotografías de perros grandes, después podría mirar un perro autentico y, al final, se podría intentar que el niño lo acariciara. 
  • Identificar y enseñar maneras de contrarrestar la ansiedad.Mientras se ayuda al niño a superar un miedo, hay que asegurarse de que logra mantener un bajo nivel de ansiedad por dos razones:
  1. Si el miedo se acelera con rapidez, el niño querrá escapar antes de haber aprendido que puede disminuir si se enfrenta a él durante un poco más de tiempo.
  2. Con un alto nivel de ansiedad, el niño no tendrá oportunidad de asociar la situación con una sensación menos amenazante.
Por lo tanto, es bueno contrarrestar la ansiedad antes de empezar a desensibilizar al niño de sus miedos.
y cuando, como padres nos sentimos impotentes por no saber como ayudar a nuestros hijos, lo mejor es buscar ayuda de un profesional.





Miriam C
psicopedagoga miedos








martes, 24 de septiembre de 2013

Disfonía, ¿seguro que no hay que darle importancia?

 Cuando hablamos de  disfonía nos referimos al  trastorno de la voz que produce una alteración de la calidad de ésta en cualquier grado exceptuando el total, en cuyo caso se denomina afonía. 
Aunque la mayoría de nosotros utilizamos el termino afonía para referirnos a la disfonía.
Cuando presentamos una disfonía debido a un catarro o de forma excepcional después de haber tenido un fin de semana "movidito" digamos que entraría dentro de la normalidad, pero cuando esto se produce de forma más bien repetida después de cada semana o después de una cena con amigos, sería conveniente consultar con un logopeda para que nos pueda orientar y no nos produzcamos lesiones en las cuerdas vocales.
Os dejamos unos consejos para hacer un buen uso de nuestra voz:
. Evita las comidas picantes y las bebidas muy frías o muy picantes
. Evita los ambientes cargados de humo
. Limita la cantidad de tiempo de habla
. Utiliza un tono e intensidad de voz adecuados, no grites ni chilles, no te rías demasiado fuerte
. Evita hablar en un ambiente ruidoso
. Disminuye la velocidad del habla y habla de forma pausada.
. Evita carraspear continuamente y toser forzadamente, en su lugar bosteza para relajar la garganta, traga lentamente o bebe agua.
. Evita hablar durante el esfuerzo o el ejercicio físico.
. Evita posturas tensas al hablar, intenta mantener los músculos del cuello y de los hombros relajados
. Toma líquidos de forma abundante
. No intentes exigirle a tu voz más de lo que le exiges al resto de tu cuerpo.
. No utilices la voz cuando la notes tensa.
. No grites, en su lugar cuando quieras llamar a alguien utiliza las palmas, un silbido...
. Evita cantar forzando tu voz
.En situaciones en las que estés nerviosa  evita carraspear, contener la respiración hablando rápidamente con respiración insuficiente e intenta eliminar tensión
. Después de varias horas de uso vocal intenta:
. No hablar con voz monótona y tono bajo de la voz debes permitir un buen flujo respiratorio.
. Evita los ataques glóticos ( espacios en los que la garganta está tan tensa que se producen espacios sin voz) intenta mantener la garganta relajada cuando empieces a hablar
. Evita realizar frases más largas de lo normal
. Intenta mantener el cuerpo relajado, sobretodo la zona del cuello, y una postura corporal correcta
. No aprietes los dientes, ni la mandíbula al hablar.
. Cuando notes que tienes la voz “cargada”:
         . Intenta relajar los músculos del cuello.
         . Habla lo necesario no te excedas en tus conversaciones.
         . No tomes bebidas ni muy calientes ni muy fría.



logopeda voz 
 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Video

La Cruda Realidad


Evidentemente, las nuevas tecnologías han y siguen llevando numerosas ventajas que nos facilitan la vida, ya que contamos con ordenadores con mayor capacidad de almacenamiento, a través de nuestros móviles y en cualquier lugar, podemos mandar correos, comunicarnos con mayor rapidez, buscar información, realizar cualquier compra por internet sin necesidad de salir de casa…
Tampoco se puede obviar que el futuro pasa por tener un buen dominio del ordenador, el móvil, el IPAD… y otros dispositivos que probablemente hoy por hoy todavía no están ni disponibles en el mercado.
Sin embargo, no nos damos cuenta de que, con el mal uso, y sobre todo; el abuso de estas tecnologías, se está perdiendo; algo muy básico e importante; las relaciones sociales.
Pero lo que es peor, la repercusión que todo esto está teniendo en nuestros pequeños y jóvenes, pues los niños están más expuestos a su influencia, nacen y conviven con las tecnologías, hasta el punto que pasan a formar parte natural, y muy atractiva, de su entorno.
Pero según estudios, su consumo excesivo y abusivo puede provocar problemas de atención, trastornos de aprendizaje, de relación social u obesidad, e incluso cada vez está más extendida la adicción a las nuevas tecnologías.
Con esto, no se trata de aislar a los niños de las tecnologías, sino de educarles desde un punto de equilibrio y sensatez, y en ello, es el adulto el que tiene que poner un poco de orden y control, además recordemos, que para nuestros hijos, alumnos… somos los espejos en los que mirarse.
Y como “una imagen vale mas que mil palabras”, aquí os dejamos un video muy sencillo, pero tristemente muy real, que esperamos os haga reflexionar sobre… la cruda realidad.






logopedia, psicopedagogía

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Logopedia en Atención Temprana

Hablar es una actividad que la mayoría realizamos de manera natural y sin esfuerzo. Sin embargo, bajo esa sencilla habilidad se esconden un gran numero de procesos perceptivos, motrices y mentales muy complejos.
La comunicación implica un doble proceso: por un lado, la codificación que el emisor hace de las ideas en palabras y la producción de dichas palabras, y por otro, la recepción de las palabras y la decodificación de las mismas en ideas que realiza el receptor.

Los niños con dificultades en su desarrollo presentan problemas en el proceso de codificación, en el de descodificación o en ambos al mismo tiempo. Es decir, presentan problemas en el lenguaje expresivo y/o en el lenguaje comprensivo. La presencia de estas dificultades hace necesaria una intervención temprana específica del lenguaje que forma parte del programa global de intervención del niño.

El desarrollo
Los bebés vienen dotados de un conjunto de estrategias que favorecen la proximidad y atención preferente a sus padres. Éstos le prestan sus palabras, dan significado a sus gestos y expresiones, le acompañan a descubrir los límites de su cuerpo con cada caricia, acompañan con palabras sus vivencias diarias. Y es en este marco en el que el bebé aprende la dinámica recíproca de la comunicación.
Una vez que conoce las reglas de la comunicación, son las continuas y afectuosas interacciones las que estimularán la comprensión del mundo y al mismo tiempo la del lenguaje que diariamente se le dirige.
Los avances en la comprensión, junto con la práctica (hablar) y los cambios en los procesos de la alimentación, mejoran el habla. 
Aunque, evidentemente, el niño aprende a hablar, hablando. De ahí la importancia de la estimulación comunicativa de su entorno.
La intervención
Desde el inicio de la Atención Temprana, un bebé va a dar muestras de comunicación que van a ser respondidas y trabajadas en el contexto de su intervención global, induciéndolas, modelándolas y reforzando cada una de ellas  desde los primeros intercambios.  Llega un momento en el desarrollo del niño, en el que su interés por los objetos y las personas está plenamente establecido. 
De manera simultánea van desarrollándose otros importantes precursores del lenguaje como son: la noción de objeto permanente (los objetos y personas siguen estando en su mente, aun cuando ya no están al alcance de su vista), el interés por otros y la habilidad de imitarlos y lo más importante, la necesidad de expresarse. Su intención comunicativa está en pleno auge evolutivo.
En este momento se produce la valoración que determinará el momento del desarrollo comunicativo lingüístico en el que se encuentra el niño y las principales necesidades dentro del área de comunicación y lenguaje. Entre los objetivos fundamentales de  dicha intervención destacan por orden: la comunicación, el lenguaje y el habla.

La metodología
La intervención logopédica comprende desde las orientaciones más naturalistas, que usan estrategias de simplificación y concreción de la conversación y siempre sensible a las necesidades de cada niño, a las acciones más programadas y sistematizadas, que imponen la práctica de ejercicios dirigidos a contenidos determinados, a nivel de léxico, fonológico, sintáctico o pragmático. De igual manera, en la intervención logopédica se reforzarán las bases de la comunicación para enriquecer el lenguaje compresivo, que finalmente impulsará una mejora del lenguaje expresivo. 
Hay que señalar como parte muy importante del proceso la colaboración de la familia, ya que los terapeutas y especialistas vemos a los niños unas horas a la semana pero son los padres los que están con ellos todos los días. De ahí la vital importancia de que formen de todo el proceso.


logopeda,logopedia, atención temprana


lunes, 2 de septiembre de 2013

!Estamos de vuelta!


Después de unas merecidas vacaciones estamos de vuelta en Papalia.
Os recordamos que estosson los servicios que ofrecemos en nuestro centro:
- Diagnóstico evaluación psicológica y educativa así como en el área de la logopedia.
- Intervención Psicopedagógica
- Intervención logopédica.
- Atención Temprana: a partir de 3 años.
- Atención/Orientación familiar.
- Asesoramiento a centros escolares.

- Charlas formativos en centros de educación infantil, primaria y secundaria. Tanto para padres como para profesores.
- Servicio de diagnóstico óptico y auditivo: mediante un convenio con el "Instituto Óptico Cervantes"


Simpatía versus empatía


Es frecuente oir como definición popular de la empatía que "es saber ponerse en los zapatos del otro" para saber qué siente la persona que tenemos delante.
Nuestro cerebro ha desarrollado esta capacidad a lo largo de su evolución porque nos facilita la comunicación y la cooperación mutua. Ya los niños desde muy pequeños son capaces de empatizar y ayudar, si pueden, a otros.
La empatía es un recurso necesario y vital para una especie social como la nuestra.
Una distinción importante para mi es la que tiene que ver con el contagio de emociones. Me refiero a esas situaciones en las que lo que le pasa al otro es como si me pasara a mí. Sin embargo, ese contagio emocional no es empatía.

El significado de empatía y simpatía

La línea que separa la empatía de la simpatía es muy estrecha y para no caer en la segunda tenemos que estar conscientes del espacio que las separa. Esto lo sabemos bien todos los profesionales de la psicología, la intervención social, etc., que trabajamos con personas que están pasando por momentos difíciles.
Dice el diccionario de la Real Academia Española que empatía es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro y que simpatía es, entre otras acepciones, la relación entre dos cuerpos o sistemas por la que la acción de uno induce el mismo comportamiento en el otro.
Si, por ejemplo, alguien querido, o no, para mí lo está pasando mal por algo y yo sufro como  él, estaré siendo simpática y no empática, porque habré rebasado el espacio entre ambas.

Distinguir entre empatía y simpatía

Es  simpatía cuando nos contagiamos de la emoción del otro, quedándonos sin recursos para apoyar a la otra persona a superar esa situación e, incluso, sin recursos para protegernos a nosotros mismos del dolor ajeno.
Esto se produce porque, contagiado, ya no puedo ver al otro desde mi emoción que, aunque nos cueste creerlo, será diferente a la suya, ya que las interpretaciones que estemos haciendo de las mismas serán personales.  Sufrir por algo que no me está pasando a mi, no me beneficia ni a mi ni al otro.
En cambio, la empatía me permite conocer, reconocer, comprender, apreciar y valorar lo que le pasa al otro pero siendo consciente de que lo que le está pasando, le pasa a él y no a mi. Esto me permite, por una lado, protegerme para no hacer míos problemas que no lo son y, por otro,  poder apoyar al con más recursos en ese momento, aunque solo sean los de estar con presencia y total escucha para él.